Las onomatopeyas ocupan un lugar aparte
dentro del vocabulario de una lengua. Al contrario que el resto de palabras,
las onomatopeyas se parecen a aquello que designan, es decir, imitan con
los sonidos de la lengua el sonido al que hacen referencia. Sin embargo, y a
pesar de ello, las onomatopeyas difieren enormemente de una lengua a otra –por
lo tanto, también en castellano y en Inglés–, a veces hasta el punto de ser
difíciles de reconocer.
Alguien
pica con los nudillos: knock, knock. Abrimos lentamente la puerta, que se queja con largo un
gemido: creeeeeek. ¡Dios mío, el cobrador del frac! Cerramos rápidamente
de un golpe seco: slam! Corremos a escondernos en el espacio más
recóndito para intentar olvidar la visión. ¿Se habrá equivocado de piso?
Repasamos mentalmente las deudas… Ding, dong! Suena el timbre. Ring, ring, ring! El teléfono (¿o es el despertador?). Beep, beep, beep! El móvil nos avisa con un sonido
ya familiar: mensaje nuevo recibido. Aaaaaaah!
Las onomatopeyas son un excelente recurso
narrativo para otorgar vivacidad a cualquier relato. En Inglés o en castellano,
el lenguaje reproduce los sonidos que acompañan la acción y el lector se
sumerge completamente en las vivencias del personaje a través de sus
experiencias auditivas.
Sin embargo, la presencia de las onomatopeyas
en Inglés supera con mucho el uso de las onomatopeyas en castellano y en muchas
otras lenguas, salvo, quizás, en japonés (bastaría con preguntar a un traductor
de cómics manga). El hecho probablemente pueda atribuirse a la especial
estructura morfológica de la lengua inglesa. Nos explicamos: en comparación con
muchas otras lenguas, en Inglés, los sustantivos y los verbos varían poco su
forma cuando se combinan con otras palabras para formar oraciones. Por ejemplo,
en comparación con el castellano, los nombres sólo tienen plural, no género
masculino ni femenino. Los verbos mantienen la misma forma para todas las
personas, salvo para la tercera del singular en el presente, y no varían para
concordar con la persona del sujeto. Por ello, la transformación de la
representación de un sonido en un sustantivo común, en un verbo o en ambos no
requiere de los sufijos propios de la derivación. Un ejemplo nos ayudará a
entenderlo. Examinemos la primera de las onomatopeyas del breve relato
introductorio: knock. Observa los tres ejemplos:
1- Knock, knock! Is
there anybody in there?
[Toc, toc. ¿Hay alguien ahí
dentro?]
2. The knock at the door
made me afraid.
[El golpe en la puerta me dio
miedo.]
3. Someone knocked on the
door while I was in the shower.
[Alguien picó a la puerta cuando
estaba en la ducha.]
En el primer ejemplo, knock
no es más que la representación en la lengua de un ruido, el que hacemos al
picar con los nudillos en la puerta. En el segundo, knock equivale al
sustantivo «golpe» en castellano, que ya no funciona exactamente como una
onomatopeya. En el tercer caso, la misma palabra se ha convertido en un verbo,
en este caso utilizado en pasado con la terminación -ed. A partir de
ahí, el Inglés permite incluso crear frases verbales que ya poca relación
parecen guardar con la onomatopeya originaria, como por ejemplo la conocidísima
knock out (de la que proceden “K.O.” y “noquear”).
Lo mismo ocurre con otras muchas
onomatopeyas como, de entre las del texto inicial, ring (que además del
sonido, puede ser, entre otras cosas, el sustantivo “llamada” (give me a
ring! o “hazme una llamada”), o el verbo “llamar” (I’ll ring you o
“te llamaré”), slam (dar
un portazo) o beep (avisar con un pitido).
No obstante, existen también
casos en Inglés en los que la onomatopeya no es más que eso: la imitación de un
sonido en la lengua. Entre los ejemplos, creek (leído / cr:ik ) o ding-dong
pertenecen a este segundo tipo.
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