"I wanted to get to Picadilly..." |
" She sat in the drawing room..." |
'I do.
'Then why did Lady Alroy go there?
'My dear Gerald,' I answered, 'Lady Alroy was simply a woman with a mania for mystery. She took these rooms for the pleasure of going there with her veil down, and imagining she was a heroine. She had a passion for secrecy, but she herself was merely a Sphinx without a secret.'
'Do you really think so?'
'I am sure of it,' I replied.
Translation
El lunes fui a almorzar con mi tío, y alrededor de las cuatro me encontraba en Marylebone Road. Mi tío, como sabes, vive en Regent’s Park. Yo quería llegar a Piccadilly y tomé un atajo por muchas callejuelas miserables. De repente , vi delante de mí a lady Alroy, tapada con un velo túpido y andando muy deprisa. Al llegar a la última casa de la calle, subió la escalera , sacó una llave y entró en ella. "Aquí está el misterio", pensé; y me acerqué presuroso a examinar la vivienda. Parecía ser una pensión. Ella había dejado caer un pañuelo en el último escalón. Lo recogí y lo metí en mi bolsillo. Entonces empecé a pensar sobre lo que debía hacer. Llegué a la conclusión de que no tenía el menor derecho a espiarla así que me fuí en carruaje al club. A las seis aparecí en su casa. Se hallaba recostada en un sofá, con un elegante vestido de tisú plateado sujeto con unas extrañas adularias que siempre llevaba. Estaba muy hermosa.
-No sabe cuánto me alegro de verlo -dijo-; no he salido en todo el día .
La miré sorprendido, y sacando el pañuelo de mi bolsillo, se lo entregué.
-Se le cayó esta tarde en Cumnor Street , lady Alroy -dije muy tranquilamente..
Me miró horrorizada, pero no hizo ninguna tentativa de coger el pañuelo.
-¿Qué estaba haciendo allí? -pregunté.
-¿Y qué derecho tiene usted a preguntármelo? -replicó ella.
-El derecho de un hombre que la quiere -contesté-; he venido para pedirle que sea mi esposa.
Ocultó el rostro entre las manos y se deshizo en un mar de lágrimas.
-Debe contármelo -continué.
Ella se puso en pie y, mirándome a la cara, respondió:
-Lord Murchison, no tengo nada que contarle.
-Fue usted a reunirse con alguien -afirmé-; ése es su misterio.
Lady Alroy palideció terriblemente y dijo:
-No fui a reunirme con nadie.
-¿Acaso no puede decir la verdad? -exclamé.
-Ya se la he dicho -contestó.
Yo estaba loco, enfurecido; no recuerdo mis palabras, pero le dije cosas terribles. Finalmente, me precipité fuera de su domicilio. Ella me escribió una carta al día siguiente; se la devolví sin abrir y me fui a Noruega con Alan Colville. Regresé un mes más tarde y lo primero que leí en el Morning Post fue la muerte de lady Alroy. Se había resfriado en la ópera, y había muerto de una congestión pulmonar a los cinco días. Me encerré en casa y no quise ver a nadie. La había amado tanto, la había amado tan locamente.Dios mío. ¡Cuánto había amado a esa mujer!
-¿Y nunca fuiste a aquella casa? -le interrumpí.
-Sí -replicó.
Un día me dirigí a Cumnor Street. No pude evitarlo; me torturaba la duda. Llamé a la puerta y me abrió una mujer de aire respetable. Le pregunté si tenía alguna habitación para alquilar.
-Verá, señor -contestó-, en teoría los salones están alquilados; pero, como hace tres meses que la señora no viene y que nadie paga el alquiler, puede usted quedarse con ellos.
-¿Es ésta su inquilina? -quise saber, mostrándole la foto.
-Sin duda alguna -exclamó-, y ¿cuándo piensa volver, señor?
-La señora ha fallecido -contesté.
-¡Oh, señor, qué pena! -dijo la mujer-. Era mi mejor inquilina. Me pagaba tres guineas a la semana sólo por sentarse en mis salones de vez en cuando.
-¿Se reunía con alguien? -le pregunté.
Pero la mujer me aseguró que no, que siempre llegaba sola y jamás veía a nadie.
-¿Y qué diablos hacía? -inquirí.
-Se limitaba a sentarse en el salón, señor, y leía libros; a veces también tomaba el té -respondió ella.
No supe qué contestarle, así que le di una libra y me marché.
-Y bien, ¿qué crees que significaba todo aquello? ¿No pensarás que la mujer decía la verdad?
-Pues claro que lo pienso.
-Entonces, ¿por qué acudía allí lady Alroy?
-Mi querido Oswald -replicó-, lady Alroy era simplemente una mujer obsesionada con el misterio. Alquiló esas habitaciones por el placer de ir allí tapada con su velo, imaginando que era la heroína de una novela. Le encantaban los secretos, pero no era más que una esfinge sin secreto.
-¿De veras lo crees?
-Estoy convencido.
Sacó la cajita de tafilete, la abrió y contempló la fotografía.
-Sigo teniendo mis dudas -exclamó finalmente.
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